viernes, 15 de octubre de 2010

Hay pequeñas mentiras, grandes mentiras y, modelos

Esta frase es una variación de otra en la que lo único que cambia es la palabra "modelos" por "estadísticas". Ambas frases son igual de buenas, pero servidor ha trabajado más con modelos que con estadísticas, así que me quedo con los modelos... y para eso uno es el "bloggero", para poder escoger. Sino, ya me diréis qué gracia tiene esto.

Antes de nada, y para mayor comprensión, quisiera explicar lo que es un modelo. Un modelo es una representación abstracta, conceptual, visual, matemática o física, de fenómenos, sistemas o procesos con el fin de analizar, describir explicar o simular esos fenómenos, sistemas o procesos. Y sé lo que estáis pensando... La definición os ha dejado igual.

Para ilustraros mejor, utilizaré el sistema que usó mi profesor de Mecánica de Suelos (y para evitar los chistes inevitables - valga la contradicción - , no hace falta que hagáis el comentario de si el suelo tiene la junta de la trócola o manguitos... ya os digo yo que no tienen). Pues bien, el primer día de clase de susodicha asignatura, se nos presenta el profesor y nos coloca una transparencia con la siguiente imagen:


Este es un cuadro del pintor belga René Magritte titulado "La traición de las imágenes". Como podéis ver, hay una pipa y un texto en francés, que traducido al castellano es "Esto no es una pipa". Y ahora me diréis... "hombre, esto sí que es una pipa, no me gusta mucho como está pintada, pero se ve claramente que es una pipa". Pues no. Esto es un modelo de una pipa, no una pipa. No podemos coger el cuadro de René y utilizarlo para fumar tabaco u otras sustancias más o menos legales. Es una representación de una pipa, o siendo más puristas, un modelo conceptual de una pipa. Resumiendo; un modelo es algo (no defino el qué) que nos ayuda a comprender como funciona una cosa sin utilizar propiamente esa cosa.

Hay modelos de todo. Modelos económicos, modelos físicos, modelos a escala y hasta modelos de carne y hueso (últimamente más hueso que carne, todo sea dicho). Son herramientas muy útiles, y sin duda, los modelos han contribuido enormemente al desarrollo de las cosas, pero que a veces, mueren de éxito. Nos fiamos tanto de los modelos y de sus predicciones o conclusiones, que salga lo que salga de un modelo tiene que ser verdad por decreto ley. Pues no. Y ahí la gracia de la frase. Los modelos son mentira. Son representaciones de la realidad, pero no son la realidad, y con el añadido de que hemos perdido el espíritu crítico para valorarlos.

Existe una definición de economista que dice que "Un economista es una persona que mañana te explicará por qué fallaron las predicciones que hizo hoy". Es decir, un economista (o cualquier persona que use un modelo) aplica un modelo que cree infalible (todos lo son) y hace una predicción. Y cuando la predicción falla, siempre hay algún parámetro que no había tenido en cuenta y que ha resultado ser vital, pero el modelo es correcto, que conste. Hay modelos que necesitan de tantos parámetros, que es prácticamente imposible tenerlos todos, con lo que las predicciones del modelo no serán ciertas.

Y es que muchos modelos se utilizan para hacer predicciones de futuro. Todos esperamos el final del Telediario para saber si el fin de semana lloverá o no, y hacer nuestros planes. Y todos hemos visto que a veces la predicción falla estrepitosamente. Esto se resume en otra muy buena frase, (que a lo mejor tiene un día una entrada propia en el blog) que es "Hacer previsiones es difícil, aunque lo realmente complicado es hacerlas sobre el futuro". No sabemos que va a pasar en el futuro, con lo que a veces hacer previsiones, no deja de ser un ejercicio de entretenimiento. No se puede controlar todo y tener todos los datos necesarios. ¿Será esto el libre albedrío? (para aquellos lectores interesados, mirad la entrada de "Dios no juega a los dados" en esta misma sala).

Pero el "summum" es creerse más el modelo que la realidad. Hace poco, una persona (con su carrera y su postgrado y toda la parafernalia y supuestamente competente) me dijo que unos datos reales (medidos en campo y reales como la vida misma), no podían utilizarse porque no se ajustaban al modelo de comportamiento existente. Conclusión: Modifiquemos la realidad para ajustarla al modelo y todos viviremos más tranquilos. Esto es como si fuéramos con el paraguas abierto bajo un sol de justicia sólo porque el señor Tomàs Molina ha dicho que lloverá.

Hagamos caso de los modelos, pero no los consideremos "Palabra de Dios".

martes, 5 de octubre de 2010

Estábamos al borde del abismo, pero hemos dado un paso hacia adelante

Y lo dieron. Y la caída duró 40 años.

Esta joya de frase, de una premonición que ni Rappel hubiera visto en sus mejores sueños, se la atribuye a bastante gente, siendo uno de los "afortunados" un tal Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la gracia de Dios (y yo me pregunto: ¿alguien le preguntó a Dios si le hacía gracia?).

Realmente la frase tiene gracia (valga la redundancia); es de esas frases absurdas que significan lo contrario de lo que uno quiere decir, pero que así, a primeras, dan el pego. Ya sabemos lo que quería decir el ¿bueno? de Paquillo, que la situación era desesperada (lo que se dice "estar al borde del abismo") y que unos tíos con un "par" se ofrecieron a "arreglar el problema" (lo que se dice "dar un paso adelante"). De lo que no se dio cuenta Paquito, es que si estás en el borde de un abismo y das un paso hacia adelante, lo que vas a experimentar es una fuerza atrayéndote hacia el centro de gravedad de la tierra. Vamos, que te vas a arrear un leñazo contra el suelo que no vas a saber ni dónde te has metido.

Evidentemente, Cerillita (mote que tenía Franco en la familia, palabra), se creyó salvador de la patria contra las hordas judeomasónicas-comunistas impuestas por un gobierno de "Frente Popular" legitimado por las urnas en las elecciones del 16 de febrero de 1936. Quizás habría habido que explicarle al "amigo" en aquel entonces que, en España no quedaban muchos judíos (en los siglos anteriores se había hecho un trabajo eficiente en este aspecto), que los masones cubren todo el espectro político, incluso se decía de su hermano Ramón que era masón (y todo sea dicho, la fijación de Franquito con los masones se debe, según dicen, a que no lo aceptaron en la organización), y que en el 36, en España no había muchos comunistas (en las elecciones consiguieron 14 escaños de 473... un apabullante índice del 2,96%... vamos, que hoy en día hay más comunistas que entonces, y ya es decir).

Supongo que Franco hizo lo que hizo porque creía que hacía lo mejor para el país. Ojo, que nadie se crea que lo estoy justificando. Nada más alejado de mi intención. Y es que me pregunto, ¿el fin justifica los medios? Es decir, por mucho que te quieras tu país, patria, nación, llamadlo como queráis, ¿está justificada una guerra fratricida?, más allá cuando el pueblo que forma ese país, patria, nación, llamadlo como queráis, ha decidido cómo quieren que lo gobiernen. La respuesta es clara: NO.

Pero lo peor, es que luego sumió a España a 40 años de oscuridad y revanchismo. No hubo recuperación económica, se iba a remolque de Europa y los Estados Unidos (interesados en el anticomunismo del régimen), la recuperación de los 60 no era más que un espejismo que estalló en 1973 con la crisis del petróleo, una corrupción galopante y unos derechos y libertades "asegurados" por la "Espada más limpia de occidente", como lo calificó el Mariscal Petain. La guerra civil española mató a 500.000 personas directamente, y a otras 500.000 por el hambre, pobreza, represalias y enfermedades asociadas. Un millón de personas. ¿Dónde está la limpieza? ¿Se puede ser limpio firmando los "enterados" de las penas de muerte a la hora del te?, y sobretodo, ¿hacerlo sin remordimientos? ¿Vosotros podríais dormir por las noches?

Lo dicho, realmente estaban al borde del abismo y dieron un paso adelante. Por la vida de nuestros padres y abuelos, Franco podría haber dado ese paso adelante solo y dejar al resto de los españoles como estaban, que seguro que les habría ido mejor.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Dios no juega a los dados

Volvemos con otra frase de Einstein (recordad la primera entrada... esa de la estupidez humana y el universo). La verdad es que este buen hombre nos dejó un sinfín de grandes frases o reflexiones, y casi se podría hacer un blog monográfico de su aportación a la filosofía, y evidentemente, a la física.

Una vez que Einstein ya era el físico más famoso del momento, gracias a su teoría de la Relatividad (por la que nunca ganó el Nobel ya que el responsable de su evaluación para el premio no la entendió y pensó que podría ser falsa), se marcó el objetivo de unificar todas las leyes físicas en una única ley; la ley de campo unificado, o más conocida como la Teoría del Todo. Objetivo bastante ambicioso, ya que pretendía juntar en un único postulado la gravedad y el electromagnetismo.

Pero en aquella época ya se estaba desarrollando una nueva física que abrió un abanico de resultados inesperados; la física cuántica. Esta nueva física (y si hay algún físico le ruego que me perdone) explica lo que pasa a nivel subatómico, lo que no se podía explicar mediante la física clásica. Uno de estos resultados inesperados es el principio de indeterminación de Heisenberg. Este principio revela que para partículas subatómicas no se puede conocer exactamente la velocidad o la posición de la partícula al mismo tiempo, con lo que se añade un factor de "incertidumbre" y de probabilidad a la física. Y como consecuencia, un electrón que forma parte del teclado de mi ordenador, según la física cuántica, en un microsegundo podría pasar a estar en Pernambuco (Brasil), ya que físicamente será posible (no contradice ninguna ley física), pero se basará en una probabilidad de que eso suceda.

Pero volvamos al amigo Einstein. Einstein creía en lo que se denomina "Determinismo científico", que es una corriente científica que expresa que todo suceso depende estrictamente de lo que ha pasado y que no existe ninguna componente de azar. Vamos, que si conocemos la ley que regula el comportamiento de lo que sea, podremos saber como se va a comportar en el futuro si conocemos todas las variables que le afectan. Vamos, que el determinismo científico no acaba de encajar bien el principio de indeterminación de Heisemberg. Y es cuando Einstein soltó su frase: "Dios no juega a los dados". Es decir, Dios no deja nada al azar. Quizás sea una cuestión estética. Pero como hacedor omnipotente (Einstein era creyente), Dios lo hará lo mejor posible y eso incluye una "física" simple y determinista, sin margen al azar. Vamos, que según Einstein, el manual de funcionamiento del mundo diseñado por Dios es una "Teoría del Todo".

Y ahora nos podemos preguntar: ¿Dios juega a los dados? Pues la respuesta dependerá de si eres católico, protestante, judío o adventista del séptimo día según sea martes. Es lo que se conoce como "Libre Albedrío", o dicho de otro modo: ¿Ya está todo determinado o tenemos capacidad para cambiar nuestro futuro (visto desde un modo teológico)?

Pues si eres católico, judío, cristiano ortodoxo o de alguna iglesia reformista, pensarás que tienes la capacidad de cambiar tu futuro, que Dios ha puesto las reglas y cada uno decide si juega según ellas o no (y ya lo pagarás en el Juicio Final).

En cambio si eres calvinista u otro tipo de reformista, no tienes nada que hacer. Dios ya a escogido por ti. Échate en el sofá y espera acontecimientos... Y si eres ateo, seguirás el "libre albedrío", pero francamente, te importará más bien poco, y si eres adventista del séptimo día según sea martes, pues no sé qué opinas del tema. Pregúntaselo a tu pastor.

Así pues, haciendo una analogía, podríamos decir que la física clásica es calvinista, mientras que la física cuántica es bastante católica... Lo que es extraño es que Einstein, siendo judío como era, no le diera a la física capacidad para el libre albedrío... pero no me voy a meter a teólogo...

Pero si sólo pensamos en aspectos científicos, va a ser que Dios sí juega a los dados (la física cuántica parece que funciona bastante bien), y como dijo Stephen Hawking: "Dios no sólo juega a los dados, sino que los tira dónde no podemos verlos".

Y para finalizar, una recomendación y una curiosidad: La recomendación es el libro "El zoo cuántico" de Marcus Chow. Un libro que explica la física cuántica y la teoría de la relatividad para gente normal (no hace falta ser físico teórico...). Os lo recomiendo enormemente, porque, además, está escrito de un modo muy ameno y con muchos ejemplos curiosos.

Y la curiosidad es que gracias al Principio de Indeterminación, el teletransporte de "Star Trek" no puede existir, con lo que tuvieron que "inventar" el "compensador de Heisenberg" (¿?) para que el transporte funcionara. Un día le preguntaron a Gene Roddenberry (creador de la serie) cómo funcionaba este aparato, respondiendo el amigo que "Muy bien". Aún así, se detecta la superioridad de "Star Wars" sobre "Star Trek" ya que los primeros no se "inventan cosas raras" Todo se explica con la "Fuerza".

lunes, 30 de agosto de 2010

Los forasteros en Nueva York somos reconocibles porque vamos por la calle mirando hacia el cielo con la boca abierta

La frase de hoy no se trata de una frase inteligente, o con sentido, o de esas que hacen reflexionar. Seguramente no será ni una buena frase. Pero cuando la leí me trajo recuerdos, y quizás los recuerdos de las cosas que nos han pasado son más importantes que una frase, por muy trascendental que ésta sea.

La frase la leí en el libro "Historias de Nueva York", del periodista Enric González, corresponsal de El País en varias ciudades y que en el libro narra sus experiencias Newyorkers. La frase completa es así:

"Los forasteros en Nueva York somos reconocibles porque vamos por la calle mirando hacia el cielo con la boca abierta. A algunos se les pasa en unos días. Otros llevamos la nuca encajada entre los omóplatos durante meses."

Si me permitís, hoy no voy a reflexionar sobre el nazismo, el rugby o la finitud del universo. Hoy voy a escribir sobre mis recuerdos en (y de) Nueva York.

Realmente, cuando recuerdo mi viaje a Nueva York, en cualquier momento del viaje, en cualquier sitio que estuviera, tuve esa sensación de mirar al cielo y estar absolutamente embobado. Si se me pide una palabra para describir mi estado mental en la semana que estuve sería esa. Embobado. Sólo estuve una semana, pero esa sensación me habría durado meses y al final, tal como dice Enric, tendría la nuca encajada entre los omóplatos.

Hace años, si me dicen de ir a Nueva York, la idea no me hubiera motivado en absoluto. Me la imaginaba una ciudad gris, sucia, fría. Es más, en un cruce del charco sobrevolé Nueva York y el piloto informó que desde estribor (yo estaba sentado a babor) se podía ver la ciudad. Ni me levanté, ni me interesó, ni por supuesto, la vi. Era uno de esos sitios que creía que si no lo visitas no te pierdes nada. Poco a poco, ese sensación de indiferencia fue desvaneciéndose. Quizás es una ciudad que necesita un poco de madurez (y puede que algunos de mis sobrinos no estén de acuerdo en absoluto y me gane alguna reprimenda, aunque en realidad son más maduros que muchas personas ¿adultas? que conozco), porque no es una ciudad fácil. Es una ciudad complicada en la que se decide el destino del mundo. Es posible que el hecho de que se la considere la capital del mundo la haga más atractiva a medida que vas ganando (¿?) sensatez (¿¿¿???). Esa fue mi evolución. Al principio no me interesaba pero luego quise ver con mis propios ojos la capital del mundo. Y por eso fui.

Y la verdad. Mi primera sensación era cierta. Es una ciudad gris, sucia y fría (sobretodo en marzo que es cuando fui). Pero lo que no sabía es que es una ciudad VIVA. Es una ciudad que se mueve, es una ciudad que respira, es una ciudad que bulle y que nunca duerme. No es la ciudad más bonita del mundo. Para mi hay otras ciudades que se podrían disputar ese título. Pero Nueva York es LA ciudad. Frank Sinatra tenía razón.

Parte del embobamiento nace de la sensación que estás en un decorado de cine. Mi primer recuerdo de Nueva York quizás sea algo estúpido, pero es la primera cosa que me embobó y ya no salí de ese estado hasta siete días después. Iba del aeropuerto al hotel. A lo lejos, desde Brooklyn (o Queens, no sé bien por dónde me llevó el chófer) vi el Skyline nocturno con el Empire State iluminado. No es lo que me llamó la atención. Como que lo había visto mucho y es lo que me esperaba ver. Fue cuando llegué a Manhattan, en el Midtown, que vi salir vapor de agua de las "alcantarillas". No me preguntéis el por qué, pero pensaba que eso sólo pasaba en las películas. Y cuando lo vi, es como si me hubiera trasladado a un sitio que sólo existía en mi imaginación y en las películas de Hollywood. Nueva York ya me había ganado a los tres minutos de llegar a Manhattan. Y luego me goleó.

Y el ruido. No todas las ciudades suenan igual. Nueva York es esa sirena del camión de bomberos, el tráfico pasando a tu lado, con un código de claxon que sólo debes aprender si eres taxista (prácticamente los únicos coches que circulan), el metro circulando bajo a tus pies separándote únicamente por una rejilla de acero en la acera, y los infinitos aires acondicionados que funcionan en la ciudad. Ese ruido sólo lo he oído en Nueva York. Y la primera noche que pasas piensas que la ciudad se está cayendo porque sólo oí sirenas de bomberos y de policías. En mi vida he oído tantas sirenas. En mi vida oiré tantas sirenas.

Creo que todos los que hemos ido a Nueva York hemos tenido el momento "Times Square". Soy incapaz de transmitirlo. Los que habéis estado ya sabéis de qué va y los que no, si vais lo descubriréis vosotros mismos y si no vais tampoco os lo podré describir. Son esas cosas que hay que vivirlas, y por mucho que lo intente, no conseguiré describir más que una sombra de lo que es.

Pero mi momento "Times Square" aunque muy intenso, se queda corto al lado de mi momento "Brooklyn Bridge". Es el momento en que Nueva York se grabó a fuego en mi vida. Era un día lluvioso y gris de finales de marzo. Después de haber comido la que ha sido la mejor hamburguesa de mi vida, en un garito cochambroso en la W71 con la Columbus Ave llamado Big Nicks, cogí el metro y fui hasta Brooklyn. Mi idea era cruzar desde Brooklyn hasta Manhattan por el puente más antiguo de la ciudad, y más bonito, mirando siempre hacia los rascacielos del Downtown. Era uno de esos días grises, en los que Nueva York es más gris todavía y llovía. No muy intensamente, pero sí lo suficiente para que moleste la lluvia para pasear. Salí del metro y me fui hacia la pasarela para peatones del puente, y ahí mi momento. En sus 1825 metros de longitud no había nadie. Y lo que es más. Las nubes estaban muy bajas y cubrían la mitad de los rascacielos. La imagen era impresionante, ya que la mitad inferior de los rascacielos era visible, pero la superior desaparecía sobre las nubes.


El cruzar ese puente viendo LA ciudad entre nubes es un recuerdo que jamás olvidaré. En ese momento tuve la sensación que sólo estábamos New York City y yo. Lo demás no importaba. En ese maravilloso puente, con una ciudad, LA ciudad, al fondo y sin nadie alrededor. La vida tiene momentos. Ese fue uno de mis momentos. Esto lo recordaré toda mi vida.

Me quedan muchos momentos newyorkers, pero esos ya son sólo para mí. Si habéis estado o pensáis ir a Nueva York supongo que os pasará lo mismo. Tendréis vuestros momentos. Y en el mismo libro de Enric González he encontrado otro párrafo que lo describe perfectamente. Él lo explica mucho mejor que yo.

"[...] Luego di un paseo por el puente de Brooklyn y permanecí un rato embobado, mirando en la distancia la estatua de la Libertad. Me emocioné un poco. Hay que ser tonto para emocionarse con esa estatua. También hay que ser tonto para no hacerlo."

Eso es Nueva York.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Arbeit macht frei

Quizás esta sea una de las frases más malintencionadas, falsas y rastreras que ha creado la humanidad.

Traducida al castellano es "el trabajo os hará libres". Al principio se trataba de un eslogan propuesto por la República de Weimar en Alemania y que el partido Nazi mantuvo cuando llegó (asaltó) al poder en 1933. El origen de la frase es una variación de la cita bíblica "La verdad os hará libres" (Juan 8, 32) y tenía como objetivo promover el trabajo y la recuperación económica del país después de la I Guerra Mundial.

Hasta ahí nada que objetar... no dejaba de ser un eslogan, más o menos político, como los que hoy corren por el mundo.

Lo que la convirtió en una de las peores frases fue que se inscribió en la entrada de los principales campos de concentración nazis. El más famoso es el que se puso a la entrada del campo de Auschwitz (y a veces se cree que sólo se instaló ahí), pero también se colocaron en los campos de Dachau, Gross Rosen, Sachsenhausen y Neuegamme.


En la foto se ve el cartel a la entrada de Auschwitz I (fijaos que la B está invertida... un acto de rebeldía del "trabajador" judío que la hizo).

Auschwitz no era un único campo. Al final de la guerra constaba de dos campos principales, Auschwitz I (el de la foto) que era un campo de concentración y trabajos forzados y Auschwitz II (también conocido como Birkenau) que era un campo de exterminio. Luego en las proximidades del campo había 48 campos subalternos utilizados por las empresas para la producción de material con mano de obra "barata".

Supongo que ya no se les ocurrió poner el cartelito en Birkenau, porque ya hubiera sido demasiado cínico, incluso para los nazis. Tal como entraban los trenes en Birkenau se hacía la "selección de personal" y se enviaban directamente a las cámaras de gas para aplicar la "solución final" (gran eufemismo que implicó el asesinato de casi 6 millones de personas entre judíos, gitanos, deficientes mentales y homosexuales).

Aunque tuvieron la decencia de no poner el cartelito en los campos de exterminio, no puedo entender cómo tuvieron el valor de ponerlo en los campos de concentración, cuando la forma más sencilla de salir de ahí era con los pies por delante. La capacidad del hombre para el cinismo es ilimitada.

Quizás los nazis dieron esa vuelta de tuerca con la creación de los campos de exterminio, pero ellos no crearon los campos de concentración. El primer registro de un campo de concentración es de la Guerra de Secesión Americana y desde entonces casi todas las naciones "civilizadas" han tenido alguno (EEUU, Francia -curioso que un gobierno de "izquierdas" francés concentrara a los refugiados republicanos españoles...-, Alemania, la Unión Soviética, España, Argentina, Chile, y unos cuantos más). Es más, cuando empezaron a construir los campos, los nazis visitaron a sus entonces amigos soviéticos para aprender el arte de crear recintos para humillar y matar a la gente. En esto, el amigo Stalin ya era un maestro con sus Gulags mucho antes que Hitler fuera algo más que un vulgar cabo austriaco.

No creo que la humanidad tenga capacidad para no repetir las salvajadas del pasado. Pero tenemos que intentarlo. Hay muchas películas y libros que narran el holocausto. Muchos de ellos son excelentes y la lista de recomendaciones puede ser muy larga. Es más, muchas de ellas deberían ser de obligada lectura o visión en los colegios para entrar en la conciencia de los niños. Pero personalmente me quedo con dos: La primera es "La lista de Schindler". Quizás sea un poco sensiblera, pero muestra lo mejor (y sobretodo) lo peor del hombre. La segunda recomendación es un capítulo de la serie "Hermanos de Sangre". Para mi es de las mejores (o la mejor) serie que se ha hecho. En el capítulo 9 "Why we fight" se narra el descubrimiento de un campo de concentración por tropas americanas, sus reacciones y la reacción de los vecinos al campo. Estoy seguro que tendréis vuestras propias recomendaciones.

viernes, 30 de julio de 2010

El mundo es un pañuelo

Ya no es que todos conozcamos esta frase, es que todos la hemos usado en algún momento...

Se dice que "el mundo es un pañuelo" cuando conocemos a una persona la cual conoce a su vez a otra persona que conocemos y que no vemos (en principio) relación directa. Bueno... no hace falta que os explique el significado (y lo limpio o sucio que esté el pañuelo os lo dejo a vuestra elección).

El motivo de la frase de hoy es explicaros la teoría de "los seis grados de separación". Esta es una teoría/leyenda urbana que considera la humanidad como una red y cada persona como un nudo, y entre dos personas (nudos) no hay más de 5 personas (nudos). Dicho de otro modo, cualquier persona del mundo está conectado mediante una cadena de conocidos a cualquier otra persona del mundo por, como máximo, 5 personas (nudos).



Y para muestra, un botón: Entre Barack Obama y yo hay cuatro grados de separación (podrían ser tres, pero hay un paso del que no estoy muy seguro), es decir, siguiendo una cadena de conocidos y si quiero hacer llegar un mensaje a Obama, el mensaje tendría que pasar por cuatro personas para que le llegara.

Esta teoría fue planteada por primera vez en 1929 por el escritor húngaro Frigyes Karinthy en el relato corto "Chains". Esto se basa en que cada persona conoce al menos a 50 personas. Entonces en un segundo grado estamos conectados a 2.500 personas (50x50), en tercer grado por 125.000 (50x50x50) personas, 6.250.0000 en cuarto grado (ya no os pongo las multiplicaciones), a 312.500.000 en el quinto grado y finalmente 15.625.000.000 en el sexto grado. Teniendo en cuenta que la población mundial es del orden de 6.800.000.000 habitantes, en el sexto grado ya cubrimos de sobras a la población de esto que llaman tierra. QED.

Y encima me diréis: "Hombre, yo tengo 200 amigos en el facebook y otros muchos que no están en el "feis", y como esto crece exponencialmente, en sexto grado me salen como mínimo 64 billones (con "b" de bestialidad) de personas, con lo que debe ser cierto (incluso se pueden disminuir los grados), porque seamos sinceros, todo el mundo conoce a más de 50 personas, hasta el más misántropo". Pues dos cosas...

1. Los amigos no son como los Pokemon, no hace falta capturarlos a todos (en el facebook). Mejor calidad que cantidad.
y 2. (y esta es la importante) La demostración matemática de la teoría es falsa. Sería cierta para sucesos independientes, y aquí no hay independencia (ni "Estatut" que valga). Traducido para aquellos no matemáticos: Supongamos todo el mundo conoce al menos a 50 personas. Muchas de estas 50 personas se conocerán entre ellas, con lo que en el segundo grado ya no serán 50x50, ya que de las segundas personas muchas se repetirán. Serán 50 x n (siendo n un número natural menor que 50).

Me he liado un poco con la descripción matemática, pero hacía falta.... Lo siento.

En cualquier caso, puedo tener una conexión más o menos cercana con Barack Obama, pero si quiero enviarle un mensaje a un pastor de caballos de las afueras de Ulán Bator (Mongolia), no sé, pero creo que necesitaré a más de seis personas...

De algunas pruebas que se han hecho (siempre en círculos reducidos y sin ser globales) se extrae que no son seis grados de separación como máximo, sino que de media, son seis grados, cosa que me parece un pelín más razonable.

Y otro tema es para qué le voy a enviar a Obama (o al de Ulán Bator) un mensaje, si no me van a hacer ni caso... Total, que esto de los seis grados de separación es un buen ejercicio teórico, pero sinceramente, no sirve de nada.

Y finalmente, la recomendación. Se trata del libro "Elogio de la impertinencia" de Piergiorgio Odifreddi. Realmente, no os lo recomiendo, porque globalmente, el libro no me ha gustado, pero el capítulo "Qué pequeño es el mundo" trata un poquito sobre este tema. También está película "Seis grados de separación", pero como no la he visto, ni os la recomiendo, ni os la dejo de recomendar.



lunes, 19 de julio de 2010

El fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos y el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros

Este es un antiguo dicho inglés que define muy bien la contraposición del rugby y del fútbol.

Después de la resaca post-mundial, de la que ya empiezo a estar un poco hartito de encontrarme la "roja" hasta en la sopa (y no hablo del gazpacho), hablaremos un poquito del rugby y del por qué de esta frase, que tiene su gracia.

El rugby tiene su origen en la Inglaterra del siglo XIX y comparte inicio con el fútbol. Ambos deportes se inspiraron en juegos más antiguos, como el Calcio Florentino y otras versiones más o menos medievales de juegos con pelota y cierto contacto (por no decir violento). De hecho, tanto el rugby como el fútbol nace del denominado "fútbol de carnaval", no porque fueran disfrazados, sino porque se jugaba en antes de Semana Santa.

El relato oficial dice que el rugby nació en 1823, cuando William Webb Ellis, un estudiante de teología (quizá por aquello de repartir "hostias") se cansó de las reglas establecidas, cogió la pelota con las manos y marcó un gol. Esta desobediencia a las reglas establecidas se ha premiado con el hecho de que el trofeo que se entrega a los campeones del mundo lleva su nombre (moraleja: sáltate las reglas y todos te recordarán). A mediados del siglo XIX, y con la irrupción del ferrocarril que favoreció su dispersión por el territorio, se hizo necesario unificar las diversas reglas que existían para jugar al rugby. Así, estudiantes de los colegios más elitistas de Inglaterra (Eton, Cambridge,...) se reunieron en una tasca (dónde iba a ser...) y establecieron las primeras reglas del juego (ya empezamos a ver los primeros caballeros). Las reglas fueron evolucionando hasta 1871, momento en que se definieron las principales reglas.

¿Y el sentido de la frase? Pues bien, el rugby es un deporte un poco bruto, pero sus jugadores acatan las reglas, en cambio, el fútbol es un juego más "fino", pero los futbolistas son más tramposos. De ahí que el rugby sea un deporte para villanos jugado por caballeros y el fútbol sea un deporte para caballeros jugado por villanos.

Siguiendo con el rugby, el "dream team" són los "All Blacks", la selección de Nueva Zelanda, llamados así, en un alarde de originalidad, porque van vestidos todo de negro (ya vemos que lo de "voy de negro y no me preguntes el por qué" no lo inventó Loquillo). El rugby tuvo muy buena acogida en algunas colonias británicas, sobretodo en Oceanía, donde el rugby sustituyó a las guerras tribales, para que luego no digan que el deporte es sano...

Algunos equipos oceánicos tienen un ritual antes de cada partido, el "Haka", una danza de guerra tribal maorí. En el vídeo podéis ver un "Haka" que hicieron los "All Blacks" a los "Springboks", que es como se conoce al equipo nacional de Sudáfrica. No os perdáis la cara de acojone del "Springbok" en el minuto 0:22 y la cara de psicópata del "All Black" en el minuto 0:40.



Que se te pongan 23 tíos de 120 kg (el más ligero) delante y que te hagan la señal de que te van a cortar el cuello... la verdad acojona que no veas!

Y para finalizar, dos recomendaciones. La primera es un libro, "El factor humano" de John Carlin, libro que explica la salida de Nelson Mandela de la cárcel y su llegada a la presidencia de Sudáfrica, y cómo un campeonato del mundo de rugby unió a un país destinado a una guerra civil. Y la segunda recomendación, es la película que se hizo del libro: "Invictus" del gran Clint Eastwood.